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11.1.10

Capítulos eliminados saga Crepúsculo

Para las palabras en negrita no encontré significado.


De Crepúsculo

En Las Vegas
A la mañana siguiente, fuimos al casino. La luz natural nunca llegaba a tocar la zona de juego, así que fue más fácil. Edward me contó que generalmente esperaban ir a perder algo de dinero en el hotel - una suite como la nuestra estaba reservada para aquella clase especial de visitantes conocidos como grandes apostadores. Mientras ellos caminaban - y yo iba en mi silla de ruedas - a través de los miles de metros de suelo elegantemente decorado del casino, Alice se detuvo tres veces en una peculiar tragaperras y deslizó una tarjeta por el escáner. Cada vez que lo hacía, las sirenas sonaban muy fuerte, las luces giraban, y una simulación electrónica de monedas cayendo indicaba que su premio había sido abonado a su habitación. Ella trató que yo lo hiciera una vez, pero negué con la cabeza con escepticismo.
- Pensé que se suponía que deberías perder dinero - le acusé.- Oh, lo haré - me aseguró - Pero no hasta que les haga sudar un poco. - Su sonrisa era pecaminosa.
Llegamos a una sección más lujosamente decorada del inmenso casino, donde ni había tragaperras ni turistas vestidos de forma informal con vasos de plástico llenos de cambio. Las sillas de felpa reemplazaban los taburetes giratorios de bar, y las voces eran silenciosas, serias. Pero nosotros continuamos aún más lejos, a través de un conjunto de vistosas puertas doradas hacia otra habitación, una habitación privada, más opulenta aún. Al fin entendí porqué Alice había insistido en la seda cruda, el chal verde esmeralda que me había puesto hoy alrededor de mi vestido, porqué ella vestía con un largo pareo blanco satinado - con un top de encaje que dejaba al descubierto su plano y blanco estómago - y porqué Edward estaba tan abrumador e irresistible con otro traje de seda ligera. Los jugadores de esta habitación estaban vestidos con un exclusivo esplendor cuyo coste estaba más allá de mi imaginación. Unos cuantos de los hombres más mayores e impecables hasta tenían jóvenes mujeres con vestidos largos de brillantes y sin tirantes que estaban detrás de sus sillas, tal como en las películas. Me compadecí de las bellas mujeres en cuanto sus ojos recorrieron a Alice y Edward, dándose cuenta de sus propios defectos cuando ellas midieron a la primera, y los defectos de sus parejas cuando se comían con los ojos al segundo. Yo era el enigma, y sus ojos se apartaron de mí insatisfechas.
Alice se deslizó hacia las largas mesas de la ruleta y yo me avergoncé en cuanto pensé en los estragos que causaría.
- Tú sabes cómo se juega al black jack, por supuesto - Edward se inclinó hacia delante para murmurarme en la oreja.- ¿Estarás de broma? - Sentí el color escurriéndose de mi cara.- Sabiendo la suerte que tienes, dejarte jugar sería la mejor forma de perderlo todo - rió entre dientes. Me empujó hacia una mesa con tres sillas vacías. Dos inmaculadamente vestidos, excepcionalmente solemnes hombres asiáticos echaron un vistazo hacia arriba con incredulidad en cuanto Edward me levantó con cuidado hasta una de las sillas de terciopelo, y cogió un asiento al lado mío. La delicada y preciosa oriental que estaba de pie al final de la mesa miró con una insultante incredulidad cuando Edward acarició mi pelo posesivamente.
- Sólo usa una mano - me habló en voz baja casi en silencio en mi oído - Y guarda tus cartas encima de la mesa.
Edward le habló al crupier en voz baja, y aparecieron dos impresionantes pilas de fichas de azul oscuro encima de la mesa enfrente de nosotros. No tenían números - y tampoco lo quería saber. Edward empujó hacia delante una pequeña pila de las suyas, y una más grande de las mías. Miré enfurecida a Edward con un avergonzado pánico, pero él sólo sonrió con travesura mientras que el crupier repartía las cartas rápidamente. Cogí mis cartas con cuidado, sujetándolas con rigidez sobre la mesa. Tenía dos nueves. Edward cogía sus cartas sin apretar; pude ver que tenía un cinco y un siete. Miré con cautela a los dos señores que estaban cerca de mí, concentrada y aterrada, observando detenidamente para ver cuál era el protocolo para una mesa de black jack de grandes apostadores. Para mi alivio, parecía fácil. El primero extendió la parte superior de sus cartas brevemente contra el fieltro, y recibió una carta, el segundo metió la esquina de sus cartas debajo del montón de fichas de su apuesta, y no quiso nada. Rápidamente puse mis cartas hacia abajo, empujándolas torpemente debajo de mis fichas - con las mejillas ardiéndome - cuando el crupier me miró. Me di cuenta tarde que el crupier tenía una reina. Edward rozó la mesa ligeramente, y la crupier le lanzó en la mesa un nueve boca arriba enfrente de él. Le miré, mientras los hombres de detrás de mí murmuraron con admiración.
El crupier tenía un jack, y yo perdí, como también los dos señores asiáticos. Suavemente nos liberó de nuestras fichas. Escuché un apagado alboroto que venía de la mesa de la ruleta, y tuve miedo de mirar. Edward empujó otra pila de mis fichas sobre la mesa, y el juego empezó otra vez.
Cuando mis fichas desaparecieron, Edward me pasó parte de las suyas, incapaz de contener su divertida sonrisa. Lo estaba haciendo bien, ganando tres veces, que la mayoría de las veces que los otros hombres de la mesa. Pero, con el tamaño de mis apuestas controlado por él, estaba perdiendo fichas más rápido de las que él podía recoger. Todavía tenía que ganar una mano. Era humillante - pero al menos estaba segura que nunca me convertiría en una adicta al juego.
Finalmente, perdí nuestra última pila de fichas. Los señores asiáticos, y su escolta femenina, observaron a Edward con impresionada curiosidad cuando él no pudo contener por más tiempo su alegría, riendo entre dientes silenciosamente, pero con un profundo regocijo, mientras él me volvía a sentar en la silla de ruedas. Me sonrojé y mantuve la mirada en la gruesa alfombra mientras me empujaba hacia fuera, aún riéndose.
- Soy la peor jugadora de la historia - murmuré disculpándome.- En realidad, no lo eres. Eso es lo que lo hace más divertido - se rió de nuevo. - Tú no hiciste nada mal, aparte de jugar un poco cautelosamente. Lo extraño hubiera sido que hubieras perdido todas las manos… - sacudió la cabeza, sonriendo abiertamente.
Llegamos a la mesa de la ruleta justo a tiempo de ver cómo Alice perdía su espectacular pila de fichas de todos los colores en un sólo desastroso giro de volante. Muchos de los jugadores esperanzados que habían apostado con ella a diecisiete al black, le miraron con mirada asesina decepcionados. Ella se rió, un vibrante y despreocupado sonido, y se unió a nosotros.
- ¿Perdimos suficiente? - susurré mientras salíamos por las puertas de oro.- Creo que la casa está satisfecha. Probablemente eres su clienta favorita de hoy - se rió él por lo bajo.- Por favor, prométeme una cosa.- Lo que quieras.- Nunca, jamás me digas cuánto dinero hemos perdido hoy, por favor.
Para entonces, ya estábamos en el ruidoso casino, y su risa era incontrolada.

Emmet y el oso.


Me sorprendió encontrar un extraño vinculo creciendo entre Emmet y yo, especialmente teniendo en cuenta que él había sido el que más miedo me daba de todos ellos. Tenia que ver con el modo en que ambos habíamos sido elegidos para entrar en la familia; los dos habíamos sido amados – y habíamos amado en respuesta – mientras éramos humanos, aunque por poco tiempo para él. Solo Emmet recordaba – y solo él comprendía el milagro que Edward era para mí. Hablamos de ello por primera vez una tarde mientras los tres estábamos sentados en los sofás de la habitación principal, Emmet entreteniéndome tranquilamente con recuerdos que eran mejores que cuentos de hadas, mientras Edward se concentraba en el canal de cocina – había decidido que quería aprender a cocinar, ante mi incredulidad, y le era difícil sin el apropiado sentido del gusto o del olfato. Después de todo había algo que no sabia hacer de forma natural. Su perfecto entrecejo se frunció mientras el famoso chef sazonaba otro plato de acuerdo a su gusto. Yo suprimí una sonrisa. “Para ese entonces él ya había terminado de jugar conmigo, y supe que iba a morir.” Recordó Emmet suavemente, dando un giro al relato de sus años humanos con la historia del oso. Edward no nos prestaba ninguna atención; ya la había oído antes. “No podía moverme, y mi conciencia se estaba disipando, cuando escuché lo que pensé que seria otro oso, y una lucha por ver quien se quedaba con mi cadáver, supuse. De repente sentí como si volara. Me imaginé que había muerto, pero intenté abrir los ojos de todos modos. Y entonces la vi -” Su rostro parecía incrédulo ante el recuerdo; yo le comprendía completamente, “– y supe que estaba muerto. Ni siquiera me importaba el dolor – luché por mantener mis párpados abiertos, no quería perderme ni un segundo el rostro del ángel. Estaba delirando, por supuesto, preguntándome por que no habíamos llegado al cielo aún, pensando que debía de estar más lejos de lo que yo había creído. Y entonces me llevó ante Dios.” Él rió con su risa profunda y atronadora. Yo entendía perfectamente qué alguien hubiese pensado aquello. “Pensé que lo que ocurrió a continuación era mi juicio final. Había tenido un poco de demasiada diversión durante mis 20 años humanos, así que no me sorprendieron las llamas del infierno” Rió de nuevo, aunque yo me estremecí. El brazo de Edward me rodeó con más fuerza de forma inconsciente. “Lo que me sorprendió fue que el ángel no se marchó. No podía entender como algo tan hermoso podía estar en el infierno junto a mí – pero estaba agradecido. Cada vez que Dios venia a echarme una ojeada, yo temía que se la llevase, pero nunca lo hizo. Comencé a pensar que quizás esos predicadores que hablaban de un Dios piadoso tenían razón después de todo. Y entonces el dolor desapareció…y me lo explicaron todo. Les sorprendió lo poco que me afectó todo ese asunto de los vampiros. Pero si Carlisle y Rosalie, mi ángel, eran vampiros ¿Qué tan malo podía ser aquello?” Yo asentí, completamente de acuerdo, mientras él continuaba. “Tuve unos cuantos problemas con las reglas…” rió entre dientes. “Tenias las manos llenas conmigo al principio, eh?” el empujón juguetón de Emmet al hombro de Edward nos balanceó a los dos. Edward dejó escapar un leve gruñido sin apartar la vista de la TV. “Así que ya ves, el infierno no es tan malo si consigues mantener a un ángel a tu lado” me aseguró de forma traviesa. “Cuando él consiga aceptar lo inevitable, te irá bien” El puño de Edward se movió tan rápidamente que no vi lo que golpeó a Emmet lanzándole sobre el respaldo del sofá. Los ojos de Edward no se apartaron de la pantalla. “¡Edward!” le reprendí, horrorizada. “No te preocupes, Bella” Emmet estaba tan sereno, de vuelta en su asiento. “Sé dónde encontrarle” Miró por encima de mi hacia el perfil de Edward. “Tendrás que hacerlo alguna vez” advirtió. Edward a penas si gruñó de nuevo como respuesta sin alzar la mirada.

El Baile

-¿Cuándo piensas decirme que es lo que pasa Alice?
-Ya verás, se paciente- ordenó sonriendo socarronamente
Estábamos en mi camioneta pero ella estaba conduciendo, tres semanas más y podría liberarme del yeso para caminar, después iba a poner mi pie sano a trabajar, en realidad me gustaba manejar.
Era finales de mayo y de alguna manera la tierra alrededor de Forks se las había arreglado para verse mas verde de lo normal, era hermoso por supuesto, y yo de alguna manera, me estaba reconciliando con el bosque, por que había pasado más tiempo ahí que usualmente, la naturaleza y yo todavía no éramos muy amigos, pero estábamos acercándonos. El cielo era gris pero de cualquier manera daba la bienvenida, era un gris perlado, no sombrío, y no parecía que fuera a llover, estaba casi lo suficientemente cálido para mí, las nubes eran densas y seguras, el tipo de nubes que me parecían lindas por la libertad que garantizaban. Pero a pesar del entorno agradable, yo me sentía nerviosa por el extraño comportamiento de Alice.
Había insistido en un día absolutamente para chicas este sábado por la mañana, llevándome a Port Ángeles para hacernos manicura y pedicura. Se negó a dejarme usar el sencillo tono rosa que yo había elegido, en su lugar ordenó a la manicurista que pintara mis uñas con un barniz rojo oscuro y brillante, insistiendo en que también me pintaran las uñas del pie que tenía enyesado. Luego me llevó a comprar zapatos aunque yo sólo pudiera probarme la mitad del par, contra mis estridentes protestas me compró un par de incómodos y sobre valuados stilettos que se veían un poco peligrosos, sujetados solo por listones satinados que cruzaban sobre mi pie y ajustaban en un moño detrás de mi tobillo; eran de un azul intenso y yo trataba de explicarle en vano que no tenía nada con que poder usarlos, incluso en mi closet vergonzosamente lleno de ropa de ropa que ella me había comprado en Los Ángeles, la cual era demasiado ligera para usar en Forks estaba segura de que no había nada que pudiera combinar con esos zapatos. Incluso si tuviera algo perfecto escondido en algún lugar de mi guardarropa, mi ropa no era apropiada para los stilettos, yo no estaba acostumbrada a los stilettos. Apenas podía caminar sin incidentes en calcetines, pero mi sólida lógica no era importante para ella, ni siquiera lo iba a discutir.
-Bueno no son livianos, pero son bonitos- murmuró, y no habló más mientras daba su tarjeta a unos intimidados empleados.
Me consiguió comida en un establecimiento de comida rápida en el cual me pasaron la comida por la ventanilla del auto, diciéndome que debía comer ahí pero negándose a explicarme por qué tanta prisa, además tuve que recordarle varias veces que mi camioneta simplemente no era capaz de funcionar como un auto de carreras aún con las modificaciones de Rosalie y que por favor le diera un descanso a la pobre máquina. Usualmente Alice era mi chofer preferido, no parecía molestarle manejar solo 20 o 30 millas sobre el límite permitido, algo que otras personas no podían tolerar. Pero el itinerario secreto de Alice era solo la mitad del problema, también estaba patéticamente ansiosa por no haber visto la cara de Edward en casi seis horas, lo que era un récord para los últimos 2 meses. Charlie se había puesto difícil pero no imposible, se había reconciliado con la presencia constante de Edward cuando regresaba a casa ya que no encontraba nada de que quejarse ya que nos hallaba haciendo tarea en la mesa de la cocina, incluso parecía disfrutar la compañía de Edward cuando gritaban juntos en los juegos de ESPN, pero había perdido poco de su severidad original cuando precisamente a las 10 en punto de la noche cada día sostenía la puerta para que Edward saliera, por supuesto Charlie era completamente inconsciente de la habilidad de Edward para regresar su auto a casa y estar en mi ventana en menos de 10 minutos. Era mucho más agradable con Alice, algunas veces daba pena. Obviamente hasta que cambiara mi aparatoso yeso por algo más fácil de manejar necesitaría la ayuda de una mujer. Alice era un ángel, como una hermana, cada noche y cada mañana aparecía para ayudarme con mi rutina diaria, Charlie le estaba profundamente agradecido de ser liberado del horror de una hija casi-adulta que necesitaba ayuda para bañarse, ese tipo de cosas estaban lejos de ser adecuadas tanto para el como para mi si era el caso. Pero era con algo más que gratitud con la que Charlie la había apodado “Ángel” y la miraba perplejo mientras ella bailaba sonriente por la pequeña casa iluminándola, ningún humano podía evitar ser afectado por su asombrosa belleza y gracia. Y cuando ella se deslizaba a través de la puerta cada noche, se despedía de Charlie con un afectuoso “nos vemos mañana Charlie” lo dejaba aturdido.
-Alice ¿ya nos vamos a casa?- entendiendo por eso que me refería a la casa blanca del río
-Sí –pero conociéndome bien, agregó: Pero Edward no está ahí…
Fruncí el ceño, ¿Dónde está?
-Tenía algunos encargos que hacer
-¿Encargos? Repetí inexpresivamente, -Alice -mi tono se volvió persuasivo-Por favor dime que sucede.
Sacudió la cabeza sonriendo. – Me estoy divirtiendo mucho- explicó; cuando llegamos a la casa me llevó directamente a su baño que era del tamaño de una recámara, me sorprendió encontrar a Rosalie ahí, esperando con una sonrisa celestial, parada detrás de una silla baja color rosa, una alucinante variedad de herramientas y productos cubrían el largo tocador.
-Siéntate- me dijo Alice lo consideré un minuto pero decidí que ella estaba preparada para usar la fuerza en caso de ser necesario, cojee hasta la silla y me senté con toda la dignidad que me fue posible Rosalie inmediatamente comenzó a cepillar mi cabello
-No creo que tú vayas a decirme de que se trata esto, ¿verdad?- observé
-Puedes torturarme – Dijo entretenida con mi cabello
- Pero nunca hablaré
Rosalie sostuvo mi cabeza en el lavabo mientras Alice con un shampoo que olía a menta y uva. Alice secaba con una toalla entre la maraña de cabello mojado furiosamente y luego rociaba casi una botella entera de algo más, el segundo olía como pepino, mientras lo rociaba seguía con la toalla en la mano. Después peinaron rápidamente el desastre que tenía por cabello y el producto que olía a pepino controló mi cabello, tal vez después tomaría un poco de eso, cada una tomó una secadora de cabello y se pusieron a trabajar; mientras los minutos pasaban y ellas seguían descubriendo mechones húmedos, sus caras empezaron a verse un poco preocupadas, sonreí alegremente, había cosas que ni siquiera los vampiros podían acelerar.
-Tiene una enorme cantidad de cabello- comentó Rosalie con una voz ansiosa
-“¡Jasper!” llamó claramente Alce aunque su tono no era elevado – ¡Consígueme otra secadora de cabello! Jasper llegó al rescate y de algún modo con dos secadoras más, las cuales apuntó hacia mi cabeza, realmente divertido, mientras trabajaba.
-Jasper… comencé esperanzada
-Lo siento Bella no tengo permitido decir nada
Escapó agradecido cuando finalmente todo estuvo seco y esponjado, mi cabello permanecía a 3 pulgadas de mi cabeza.
-¿Qué me han hecho?- pregunté horrorizada, pero me ignoraron y sacaron una caja con tubos calientes. Traté de convencerlas que mi cabello no se rizaría, untaron en mi cabello algo de un amarillo poco saludable antes de enrollar mi cabello en el rizador caliente.
– ¿Encontraste zapatos?- Preguntó Rosalie intensamente como si la respuesta fuera de vital importancia.
–Sí, son perfectos- ronroneó Alice con satisfacción
Observé a Rosalie en el espejo mientras ella asentía con la cabeza, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.
–Tu cabello se ve bien- no es que no siempre se viera perfecto pero ese día lo había levantado creando una corona de ligeros ricitos encima de su perfecta cabeza.
–Gracias- sonrió y siguió con otra sección de rizos
-¿Qué hay del maquillaje?- Preguntó Alice
-Es una molestia- me ofrecí aunque me ignoraron de nuevo
-No necesita mucho, su piel se ve mejor al natural- musitó Rosalie
-Solo un poco de color en los labios- replicó Alice
-Y delineador y rimel-agregó Rosalie –Solo un poquito
Suspiré ruidosamente, a Alice le causó mucha gracia ya que comenzó a reírse y me dijo:
-Sé paciente Bella, nos estamos divirtiendo.
–Bueno, mientras sea así…- musité
Los rizadores ya estaban sujetados fuerte e incómodamente a mi cabeza.
-Vamos a vestirla- la voz de Alice sonaba anticipadamente ilusionada. Ni siquiera esperó a que yo me arrastrara fuera del baño con mi yeso. En lugar de eso, me sacó y me llevó a la enorme y blanca habitación que Emmett y Rosalie compartían, en la cama había un vestido, azul intenso por supuesto.
- ¿Qué te parece?- Trinó alegremente
Esa era una buena pregunta, era ligeramente sobrecargado y aparentemente debía usarse muy ajustado se sujetaba en el hombro, sin tirantes pero con largas mangas que cubrían hasta las muñecas, las parte superior era de una tela muy fina
-Alice- gemí -No puedo usar eso
- ¿Por qué? – Reclamó con voz dura
-Es completamente transparente
-Esto va debajo- Rosalie levantó una prenda de un azul pálido
- ¿Qué es eso?- pregunté temerosa
-Es un corsé, tontita- contestó Alice impaciente –Ahora, ¿te lo vas a poner? o prefieres que llame a Jasper y le pida que te sujete mientras lo hago por ti. Me amenazó
- Se supone que eras mi amiga- la acusé
- Sé amable Bella- musitó- No tengo ningún recuerdo de ser humana, trato de obtener algo de diversión indirecta contigo, además es por tu propio bien.
Me quejé y me sonrojé mucho pero no les tomó mucho tiempo meterme en el vestido, tenía que admitir que el corsé tenía sus ventajas.
–Wow- suspiré mirando hacia abajo- tengo un escote.
- ¿Quién lo hubiera imaginado?- dijo Alice mientras contemplaba encantada su trabajo, yo por otro lado no estaba completamente convencida.
– No crees que este vestido es un poco… no se, ¿demasiado a la moda para Forks?- Pregunté
-Creo que el término que buscas es “Alta Costura”- musitó Rosalie mientas se reía
-No es para Forks, es para Edward- insistió Alice- Y está perfecto
Entonces me llevaron de regreso al baño soltaron los rizadores con mucha habilidad, para mi sorpresa cascadas de rulos cayeron sobre mi cara. Rosalie jaló cuidadosamente la mayoría de estos retorciéndolos en una cola de caballo que se desbordaba hacia mi espalda y mientras ella trabajaba, Alice rápidamente pintó una fina línea negra alrededor de cada uno de mis ojos aplicó rimel y también labial rojo oscuro, luego salió como un dardo de la habitación y regresó en seguida con los zapatos.
–Perfectos – suspiró Rosalie mientras Alice los sostenía en alto para poder admirarlos, Alice me abrochó los mortíferos zapatos y le lanzó una mirada a mi yeso.

– Supongo que hemos hecho todo lo que hemos podido- sacudió la cabeza con tristeza – ¿No crees que Carlisle nos deje…? Preguntó mirando a Rosalie
-Lo dudo- contestó Rosalie secamente
En ese momento ambas entornaron la cabeza.
–Está de vuelta- yo sabía bien “quién” estaba de vuelta y por eso mi estómago estaba lleno de mariposas.
–El puede esperar, aún hay algo más importante- dijo Alice firmemente mientras me levantaba, lo que ahora era una necesidad ya que estaba segura de que no podría caminar con ninguno de mis pies, me llevó a su habitación donde amablemente me mantuvo frente al ancho espejo con marco dorado y me dijo:
-Ya está, ¿Ves? Me quedé mirando a la extraña en el espejo, se veía muy alta en tacones con el largo y ajustado vestido añadiéndose al espejismo, era escotado, donde su inusualmente impresionante línea del busto llamaba mi atención, su cuello parecía muy largo, así como la columna de bucles en su espalda, tono azul era perfecto, resaltaba la palidez de su piel clara y el sonrojo de sus mejillas, era muy bonita, debía admitirlo.
–Sí Alice ya veo-
-No lo olvides me advirtió.
Me levantó de nuevo y me llevó a lo alto de las escaleras.
–Voltéate y cierra los ojos- ordenó para alguien escaleras abajo- ¡Y mantente fuera de mi mente!, No lo arruines.
Vaciló y caminando más lento de lo normal hacia debajo de la escalera hasta que pudo ver que el había obedecido, voló el resto del camino. Edward estaba parado en la puerta dándonos la espalda muy alto y misterioso, nunca lo había visto vestido de negro antes. Alice me enderezó alisando el plisado de mi vestido acomodando un rizo en su lugar, y luego me dejó ahí yéndose a sentar en el banco del piano para observar, Rosalie la siguió y fue a sentarse con ella en la audiencia.
– ¿Ya puedo ver?- su voz resonaba penetrante, lo cual hizo mi corazón latir más rápidamente.
–Ahora sí- contestó Alice.
Volteó inmediatamente y se quedó helado en ese lugar, sus ojos como topacio completamente abiertos. Podía sentir el calor subiendo lentamente hacia mi cuello y mis mejillas. Se veía hermoso, sentí una punzada del antiguo temor de que el era sólo un sueño, no era posible que fuera real. Estaba usando un esmoquin, el pertenecía a una pantalla de cine no a mi lado, lo miré fijamente con sobrecogimiento e incredulidad. Avanzó lentamente hacia mí dudando un poco antes de alcanzarme.
–Alice, Rosalie, Gracias- musitó sin apartar su mirada de mi. Escuché a Alice reír entre dientes por el placer. Se acercó un paso más y poniendo una fría mano bajo mi mandíbula presionó sus labios en mi cuello.
–Eres tú- murmuró contra mi piel, se alejó un poco y vi que en su otra mano había flores blancas -Fresia- me informó mientras acomodaba las flores en mi cabello- Redundante en lo que aroma se refiere claro. Se ladeó un poco para verme otra vez, sonrió, con el tipo de sonrisa que detenía mi corazón. -Te ves absurdamente hermosa-
-Yo iba a decir eso- traté de controlar mi voz lo mejor posible- Justo cuando empiezo a creer que de hecho eres real, apareces viéndote así, tengo miedo de estar soñando otra vez; me tomó rápidamente entre sus brazos, acercó su rostro al mío, sus ojos ardían mientras me acercaba cada vez más.
–Cuidado con el labial- se quejó Alice
Se rió con algo de rebeldía pero llevó su boca al hueco en la base de mi cuello, en lugar de a mi boca.
– ¿Estás lista para irnos?- preguntó
- ¿Nadie piensa contarme cual es la ocasión especial?
-No- Alice soltó una risita y Edward una risa encantadora, yo fruncí el ceño.
- ¿De qué me estoy perdiendo?
- No te preocupes pronto lo averiguarás me aseguró
-Suéltala Edward, para que pueda tomar una foto- Esme estaba bajando por las escaleras con una cámara plateada en las manos.
– ¿Fotos?, musité mientras el me dejaba cuidadosamente sobre mi tembloroso pie sano, tenía un mal presentimiento acerca de todo esto,-¿Aparecerás en una película?- pregunté sarcásticamente, el me sonrió abiertamente. Esme nos tomó varias fotos, hasta que Edward insistió en que llegaríamos tarde.
–Nos vemos ahí- mencionó Alice, mientras el me llevaba hacia la puerta.
– ¿Alice estará ahí? ¿A dónde sea que vallamos?- eso me hizo sentir un poco mejor.
–Y Jasper, Emmett y Rosalie.
Mi frente se frunció a causa del esfuerzo para deducir el secreto, mi expresión lo hizo reír.
–Bella- me llamó Esme –Tu padre está al teléfono. - ¿Charlie?- Edward y yo preguntamos simultáneamente, Esme trajo el teléfono pero el lo robó mientras ella intentaba entregármelo, apartándome sin esfuerzo, sólo con un brazo.

– ¡Oye!- protesté, pero el ya estaba hablando.
- ¿Charlie?, soy yo ¿que pasa?, sonaba preocupado y palidecí, pero después su expresión se volvió divertida y un poco perversa. – Dale el teléfono Charlie, déjame hablar con el- Lo que sea que estuviera sucediendo, Edward se estaba divirtiendo demasiado como para que Charlie estuviera en peligro. Me relajé un poco.
-Hola Tyler, Soy Edward Cullen- su voz sonaba amistosa en apariencia, pero yo lo conocía bastante bien para captar el rastro de amenaza en su tono. ¿Que hacía Tyler en mi casa? Caí en cuenta de la terrible verdad.
–Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero Bella no está disponible esta noche- el tono de su voz cambió y la amenaza se hizo mas evidente mientras seguía hablando- Para serte totalmente sincero ella no va a estar disponible ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento estropearte la velada- dijo, pero lo cierto es que sonaba como si no lo lamentara en absoluto. Cerró el teléfono de golpe mientras se extendía por su rostro una ancha y estúpida sonrisa.
- ¡Me llevas al baile de fin de curso!- lo acusé mientras mi rostro y mi cuello enrojecían de ira, notaba como las lágrimas producidas por la rabia comenzaban a llenarme los ojos. El no esperaba esa reacción, eso estaba claro ya que apretó los labios y sus ojos se obscurecieron.
–No te pongas difícil, Bella-
- Bella, todos vamos a ir – me animó Alice súbitamente junto a mi hombro.
- ¿Por qué me hacen esto? – Reclamé
-Será divertido – Alice era muy optimista Pero Edward murmuró en mi oído con su voz seria de terciopelo. - Solo se es humano una vez Bella, Compláceme – Y volcó toda la fuerza de sus abrasadores ojos en mí, derritiendo mi resistencia con su calidez.
–Bien- contesté, incapaz de mirarlo enfurecida tan efectivamente como me hubiera gustado –Iré sin hacer escándalo, pero ya verás- le advertí sombríamente – Con esta mala suerte de la que te has estado preocupando, tal vez me rompa la otra pierna, mira este zapato, ¡es una trampa mortal! – levanté mi pierna sana como evidencia.
–Hummm- miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario y luego miró a Alice con ojos brillantes, - Gracias, de nuevo-
-Llegarás tarde con Charlie- le recordó Esme
- Cierto, vámonos- y me llevó afuera
-¿Charlie está enterado de esto? Pregunté con los dientes apretados.
–Claro- contestó alegremente. Estaba tan preocupada que al principio no me di cuenta, apenas me percaté de un auto plateado que asumí sería el Volvo, pero luego el se encorvó tanto que pensé que me estaba dejando en el piso. - ¿Qué es esto?- pregunté sorprendida por encontrarme en una cabina desconocida. – ¿Donde esta el Volvo? -El Volvo es mi auto de todos los días- me dijo casi con cuidado, como si temiera que me diera otro ataque de rabia. -Este es mi auto para una ocasión especial-
- ¿Qué pensará Charlie de esto?- sacudí la cabeza con desaprobación mientras el subía y encendía el motor. –La mayoría de población en Forks piensa que Carlisle es un ávido coleccionista de autos- aceleró a través del bosque hacia la carretera.
- ¿Y no es eso cierto?
-No, de hecho es más mi pasatiempo, Rosalie también los colecciona, pero ella prefiere jugar con la maquinaria que manejarlos, ha hecho muchos cambios en este para mí-
Yo seguía preguntándome por que regresábamos a casa de Charlie cuando nos estacionamos frente a ella. La luz de la terraza ya estaba encendida, aunque todavía no era el crepúsculo. Charlie debía estarnos esperando, probablemente observando por la ventana en ese momento, comencé a sonrojarme preguntándome si la primera reacción de mi padre sería similar a la mía, Edward rodeó el auto, lentamente para su velocidad, hasta llegar a mi puerta, confirmando mi suposición de que Charlie estaba mirando. Luego Edward me levantó cuidadosamente del pequeño auto, Charlie inusitadamente, salió al jardín para recibirnos, mis mejillas ardían, Edward se percató y me miró interrogante, Charlie ni siquiera me miró.
– ¿Es un Aston Martin?- Preguntó con voz reverente
-Sí, un vanquish (nombre del modelo*)- un tic apareció las comisuras de la boca de Charlie, pero intentó controlarlo, liberando la impresión con un silbido. -
¿Quieres probarlo? Edward levantó la llave. Los ojos de Charlie al fin se separaron del auto y miró a Edward con incredulidad, pero con un poco de esperanza.
–No- dijo reacio - ¿Qué diría tu padre? –A Carlisle no le importará en lo absoluto- contestó Edward riendo sinceramente, -Adelante- dijo y oprimió las llaves en la dispuesta mano de Charlie.
–Bueno sólo un rápido paseo- Charlie ya estaba acariciando el guardabarros con una mano. Edward me ayudó a llegar a la puerta de la entrada, tomándome entre sus brazos tan pronto estuvimos dentro y llevándome a la cocina.
–Eso funcionó bien- dije – Ni siquiera tuvo tiempo de notar el vestido- Edward parpadeó – No había pensado en eso… - sus ojos observaron mi vestido de nuevo con expresión crítica- Bueno creo que es algo bueno que no nos hayamos llevado tu camioneta. Aparté la mirada a regañadientes de su rostro lo suficiente para darme de cuenta que la cocina estaba inusualmente poco iluminada. Había velas en la mesa, muchas, tal vez veinte o treinta velas blancas, la vieja mesa estaba cubierta con un largo y blanco mantel y había solo dos sillas.
– ¿En esto estuviste trabajando todo el día? -No, esto tomó pocos segundos, lo que me tomó todo el día fue la comida, los restaurantes elegantes me fastidian y no hay muchos en esa categoría en los alrededores, pero decidí que no había queja de tu propia cocina. Me sentó en una de las sillas cubiertas de tela blanca y comenzó a acomodar cosas fuera del horno y del refrigerador, pero noté que sólo había puesto un lugar.
– ¿No planeas alimentar también a Charlie?, eventualmente regresará a casa.
–Charlie no podía probar ni un bocado más, ¿quien creías que iba a probar la comida? debía estar seguro de que era comestible. Colocó frente a mí un plato lleno de cosas que se veían comestibles Suspiré.
- ¿Sigues enojada? Jaló la otra silla alrededor de la mesa para poder sentarse junto a mí.
–No, bueno si, pero no en este preciso momento, sólo estaba pensando en la única cosa que podía hacer mejor que tú, se ve excelente, suspiré de nuevo.
Se rió entre dientes. –Ni siquiera lo has probado, se optimista, podría estar horrible- Probé un bocado, hice una pausa y una cara. – ¿Está horrible?
Preguntó consternado.
–No, naturalmente está delicioso. - ¡Qué alivio!, sonrió, se veía tan bien. – No te preocupes, todavía hay muchas cosas en las que eres mejor. –Menciona al menos una. No respondió al principio, solo recorrió suavemente mi piel con su dedo frío por la línea de mi clavícula, atrapando mi mirada con ojos provocativos hasta que sentí mi piel ardiendo y enrojecida. –Por ejemplo- murmuró tocando mi roja mejilla – Nunca he visto a nadie sonrojarse tan bien como lo haces tú. –Maravilloso- fruncí el ceño – Reacciones involuntarias, algo de lo que puedo enorgullecerme.
–Ah sí, también eras la persona más valiente que conozco.
- ¿Valiente? – Pregunté en tono burlón -Pasas todo tu tiempo libre en compañía de vampiros, para eso se necesita valor, y no dudas en colocarte en la peligrosa proximidad de mis dientes.
Sacudí la cabeza. – Sabía que no se te ocurriría nada-
Rió, - Es en serio ¿sabes?, pero no importa, come- impaciente tomó mi tenedor por mi y comenzó a alimentarme, la comida esta buenísima claro está. Charlie llegó a casa cuando estábamos a punto de terminar, pero mi suerte se mantenía, estaba demasiado deslumbrado por el auto como para notar mi atuendo. Le regresó a Edward las llaves.
–Gracias Edward- sonrió soñadoramente- Eso es un auto de verdad.
–De nada.
- ¿Cómo estuvo todo? Charlie le lanzó una mirada a mi plato vacío.
–Perfecto- contesté en un suspiro. – ¿Sabes Bella?, deberías dejarlo practicar su cocina en otra ocasión para nosotros- trató de sonar normal, pero su indirecta se entendió a la perfección.
–Seguro papá.
No fue hasta que ya nos dirigíamos a la puerta cuando Charlie despertó por completo, Edward tenía su brazo alrededor de mi cintura para ayudarme a balancearme; mientras yo me movía dificultosamente sobre mi inestable zapato.
–Hummm, te ves muy grande Bella- podía percibir un poco de desaprobación paternal en su voz.
–Alice me arregló, no había mucho que pudiera decir-
Edward se rió de mi repuesta pero lo hizo tan bajo que sólo yo pude escuchar
-Ah, bueno si Alice… - comenzó a decir un tanto distraído – Te ves linda Bells – Hizo una pausa y con algo de suspicacia en los ojos me preguntó: - ¿Debería esperar que aparezcan más jóvenes en esmoquin esta noche?
Gruñí y Edward se rió de nuevo, ¿como alguien podía ser tan ajeno a las circunstancias como Tyler? , no podía comprenderlo, Edward y yo no habíamos sido precisamente reservados en la escuela, llegábamos juntos y regresábamos juntos, el me llevaba a la mitad de mis clases, todos los días me sentaba con el y su familia a la hora del almuerzo, tampoco Edward era tímido en el asunto de besarme frente a algunos testigos. Tyler claramente necesitaba ayuda de un profesional.
–Espero que no- respondió Edward a mi padre – Hay un refrigerado esta lleno de sobras – diles que se consuelen a sí mismos.
–No lo creo, esos son míos- agregó Charlie.
–Anota los nombres para mí Charlie – el rastro de amenaza posiblemente era solo audible para mí - Es suficiente – les ordené a ambos Afortunadamente llegamos al auto y Edward arrancó

De Luna nueva

Narcóticos



(Este fragmento va despues del corte inical de Bella en casa de los Cullen donde en un principio el corte era más profundo y Carlislie le receta Percocet para el dolor): Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome vueltas. El brazo ya no dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante que me había provocado el beso. Algo tiró, escurridizo, de los bordes de mi memoria... - Lo siento – dijo, también sin aliento -. Eso es pasarse de la raya. Para mi propia sorpresa, me reí tontamente. - Qué gracioso – farfullé, y solté otra risita tonta. Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa. Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído. - Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes? - No creo – me reí tontamente de nuevo - ¿Por qué? Entornó los ojos, y no pude parar de reír. - ¿Cómo está tu brazo? - No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía? Suspiró cuando me reí de nuevo. - Intenta dormir, Bella. - No, quiero que me beses otra vez. - Estás sobreestimando mi autocontrol. Me reí por lo bajo. - ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? – mi pregunta me hizo reír. - Hay un empate – sonrió abiertamente a pesar de sí mismo -. Nunca te he visto colocada. Eres muy divertida. - No estoy colocada – intenté contener las risitas tontas para probarlo. - Duerme hasta que se te pase – sugirió. Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero aún era embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro de nuevo y cerré los ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita histérica. Pero eso se hizo más infrecuente a medida que las drogas me adormecían hacia la inconsciencia. * * * Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la cabeza. Edward dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más que Percocet antes de besar mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de mi ventana. No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era lejana y afable. Estaba algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber llegado durante la noche mientras me veía dormir. La ansiedad parecía aumentar la intensidad de los fuertes latidos de mi cabeza. Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet en la papelera del baño.


La Beca




Las letras en cursiva pertenecen a palabras de Stephenie explicando las escena que cortó de un capítulo de Luna Nueva: Esta es la sección más larga que corté de Luna Nueva; es la mayor parte del capítulo seis original (“Declaración”, entonces atrás), más siete escenas cortas que continuaban el argumento de “la beca” a lo largo de la novela, completamente al fin. Pienso que todo era un poco divertido, pero mis editores no estaban de acuerdo. No era necesario, así que fue sacrificado en el altar de la edición. Escena uno: El día siguiente de que Bella fuese a ver la película de zombis con Jessica: Todavía echaba de menos Phoenix en raras ocasiones, cuando era provocado. Ahora, por ejemplo, cuando me dirigía al Banco Federal de Forks a depositar mi cheque de pago. Qué no daría yo por la conveniencia de un llegado, cajero automático. O por lo menos el anonimato de un extraño detrás de la mesa. - Buenas tardes, Bella - me saludó la madre de Jessica. - Hola, señora Stanley. - Es muy agradable que pudieses salir con Jessica la noche pasada. Estaba siendo demasiado largo - Me chasqueó la lengua, sonriendo para hacer con esto un sonido amistoso. Algo en mi expresión tenía que estar mal, porque la sonrisa fue repentinamente de madera, y deslizó su mano nerviosamente a través de su pelo, donde se atascó durante un minuto; su pelo era exactamente tan rizado como el de Jessica, y rociado para arreglar sus rígidos rizos. Sonreí otra vez, comprendiendo también que era un segundo tarde. Mi tiempo de reacción estaba oxidado. -Sí - sonreí con la esperanza de que mi tono fuese sociable - He estado muy ocupada, ya sabes. El instituto… el trabajo…-Me apresuré para pensar en añadir algo más a mi corta lista, pero me había quedado en blanco. - Seguro - sonrió más cálidamente, probablemente feliz de que mi respuesta sonara algo más normal y bien ajustada. De repente se me ocurrió que quizá no estaba bromeando conmigo cuando asumí cuál era la razón tras su sonrisa. Quién sabe que le habría dicho Jessica sobre la noche pasada. Cualquiera que fuera, no estaba totalmente sin confirmar. Era la hija de la excéntrica ex de Charlie – la demencia puede ser genética. La primera socia de anormales del pueblo; salté el pasado rápidamente, estremeciéndome. Víctima reciente de un coma andante. Decidí que había un argumento bastante bueno para estar loca, aún sin contar las voces que oía ahora, y me pregunté si la señora Stanley pensaba realmente eso. Debió haber visto la especulación en mis ojos. Miró rápidamente hacia otro lado, fuera de las ventanas detrás de mí. - Trabajo - repetí, llamando de nuevo su atención mientras ponía el cheque sobre el mostrador - Por eso es por lo que estoy aquí, por supuesto. Sonrió de nuevo, su barra de labios se estaba agrietando a medida que progresaba el día, y estaba claro que había pintado sus labios mucho más de lo que estaban en realidad. - ¿Cómo le van las cosas a los Newton? - preguntó alegremente. - Bien, recogiendo lo de temporada - Dije automáticamente, aunque ella conducía por el aparcamiento del Olimpyc Outfitter mucho todos los días podría haber visto coches desconocidos. Probablemente conocía la bajada y el flujo de los negocios de campistas mucho más que yo. Movió la cabeza ausentemente mientras tecleaba claves en el ordenador frente a ella. Mis ojos deambulaban a través del mostrador marrón oscuro, con sus más de setenta líneas naranja brillante adornando los bordes. Las paredes y la alfombra habían sido modernizadas con un gris más neutro, pero el mostrador atestiguaba el decorado original de la construcción. - Hmmm - murmuró la señora Stanley en un tono más alto de lo normal. Volví para echarle un vistazo, sólo medio interesada, preguntándome si habría una araña en el escritorio que la había asustado. Pero sus ojos todavía estaban pegados en la pantalla del ordenador. Sus dedos estaban inmóviles ahora, su expresión sorprendida e incómoda. Esperé, pero no dijo nada más. - ¿Algo está mal? - ¿Estaban tratando los Newton de pasar cheques sin fondos? - No, no - farfulló rápidamente, mirándome con un extraño resplandor en los ojos. Parecía estar reprimiendo algún tipo de emoción. Eso me recordó a Jessica cuando tenía algún nuevo chisme que se moría por compartir. - ¿Quieres que te imprima tu balance? - Preguntó la señora Stanley ansiosamente. No era mi hábito – mi cuenta crecía tan predecible y lentamente que no era difícil hacer el cálculo en mi cabeza. Pero el cambio en su tono me hizo curiosa. ¿Qué había en la pantalla del ordenador que la fascinaba? - Claro - coincidí. Tecleó una clave, y la impresora escupió rápidamente un corto documento. -Aquí tienes - Arrancó el papel con tanta prisa que lo rasgó por la mitad. - Oops, siento mucho esto - Revoloteó alrededor de la mesa, sin encontrarse nunca con mi mirada curiosa, hasta que encontró un rollo de cinta. Pegó los dos trozos de papel juntos y los empujó hacia mí. - Er, gracias - murmuré. Con el trozo de papel en la mano, giré y me dirigí a la puerta principal, echando una rápida mirada para ver si podía decir cuál era el problema de la señora Stanley. Pensaba que mi cuenta debía tener sobre mil quinientos treinta y cinco dólares. Me equivoqué, eran treinta y seis con cincuenta, en vez de treinta y cinco. Y había veinte de los grandes extra, también. Me quedé helada en el sitio, intentando entender los números. La cuenta estaba veinte mil dólares por encima antes de mi depósito de hoy, los que entonces habían sido agregados correctamente. Durante un minuto consideré cerrar mi cuenta inmediatamente. Pero, suspirando una vez, volví al mostrador donde la señora Stanley estaba esperando con brillantes e interesados ojos. - Aquí tiene que haber un error del ordenador, señora Stanley - le dije, devolviéndole la hoja de papel. “Sólo deben ser los mil quinientos treinta y seis con cincuenta. Sonrió con complicidad - Creo que parece un poco raro. - En mis sueños, ¿Bien? - sonreí también, impresionándome a mí misma con la normalidad de mi tono. Tecleó enérgicamente. - Veo el problema aquí… hace tres semanas aparece un depósito de veinte mil de… hmmm, otro banco según parece. Imagino que alguien dio los números mal. - ¿Cuántos problemas tendré si retiro el dinero? - Me burlé. Se rió ausentemente mientras continuaba tecleando. - Hmmm - dijo otra vez, su frente se arrugó en tres profundas rayas - Esto parece que fue una transferencia por cable. No tenemos muchas de éstas. ¿Sabes qué? Voy a hacer que la señora Gerandy le eche un vistazo a esto… - su voz se arrastró mientras se giraba lejos de la computadora, su cuello se estiró para examinar la puerta abierta detrás de ella - ¿Charlotte, estás ocupada? - la llamó. No hubo respuesta. La señora Stanley cogió el extracto y caminó rápidamente a través de la puesta trasera donde debían estar las oficinas. La miré después durante un minuto, pero no reapareció. Giré alrededor y miré ausentemente fuera de las ventanas delanteras, viendo la lluvia deslizarse hacia abajo por el cristal. La lluvia caía en impredecibles riachuelos, a veces inclinada por el viento. No llevé la cuenta del tiempo mientras esperaba. Intenté mantener mi mente flotando en blanco, pensando en nada, pero parecía que no podía volver a ese estado de semiinconsciencia. Finalmente oí voces detrás de mí otra vez. Me giré para ver a la señora Stanley y a la mujer del Dr. Gerandy sacando archivos de la habitación delantera con la misma sonrisa educada en ambas caras. - Lo siento por esto, Bella - dijo la señora Gerandy - Debo poder aclarar esto arriba con una llamada telefónica verdaderamente corta. Puedes esperar si quieres - Gesticuló a la hilera de sillas de madera contra la pared. Parecía que pertenecían a la mesa del cuarto de estar de alguien. - Vale - asentí. Caminé sobre las sillas y me senté justo en la de en medio, deseando de repente tener un libro. No había leído nada durante un tiempo, fuera del instituto. E incluso después, cuando algunas ridículas historias de amor eran parte del plan de estudios, haría trampas con notas de roca. Era un alivio estar trabajando en Granja animal ahora. Pero tenía que haber otros libros seguros. Novelas políticas. Misteriosos asesinatos. Los asesinatos horripilantes no eran un problema; justo tanto tiempo como no había estrellado los ojos con el que tratar un argumento secundario romántico. Esperé tanto tiempo que me irrité. Estaba cansada de mirar la aburrida habitación gris, sin una pintura que aliviase las blancas paredes. No podía ver a la señora Stanley mientras se arrastraba a través de las pilas de papeles, parándose de vez en cuando para meter alguna cosa en el ordenador – me miraba alguna vez, y después cogía mi mirada, parecía incómoda y abandonaba un archivo. Podía oír la voz de la señora Gerandy, un tenue murmullo que se desviaba fuera de la habitación trasera, pero no era lo suficientemente claro para decirme nada de la manera en que había mentido acerca de la longitud necesaria de la llamada telefónica. Había sido tan largo que cualquiera podría estar esperando mantener en blanco su mente, y si esto no terminaba pronto, yo no sería capaz de ayudar. Podía tener que pensar. Estaba siendo presa del pánico rápidamente, intentando subir con seguridad el objeto del pensamiento. Estaba salvada con la reaparición de la señora Gerandy. Le sonreí agradecida cuando asomó su cabeza por la puerta, su fino, blanco pelo captaron mi atención al mismo tiempo. - Bella, ¿Te importaría reunirte conmigo? - preguntó, y me di cuenta de que tenía el teléfono apretado contra su oreja. - Claro - murmuré mientras ella desaparecía. La señora Stanley tuvo que abrir la mitad de las puertas del final del mostrador para dejarme pasar. Su sonrisa era ausente, no se encontró con mis ojos. Yo estaba absolutamente segura que estaba planeando escuchar a escondidas. Mi mente corrió a través de todas las posibilidades concebibles mientras corría hacia atrás a la oficina. Alguien estaba blanqueando dinero a través de mi cuenta. O quizá Charlie estaba aceptando sobornos y yo estaba perdiendo su cubierta. Aunque ¿Quién tendría esa clase de dinero con el que sobornar a Charlie? Quizá Charlie era acosado, cogiendo sobornos, y utilizando mi cuenta para blanquear el dinero. No, no podía imaginar a Charlie siendo acosado. Quizá era Phil. ¿Cómo de bien conocía realmente a Phil, después de todo? La señora Gerandy estaba aún al teléfono, y ella me indicó con el mentón la silla de tijera de metal que encaraba su escritorio. Estaba garabateando rápidamente en el reverso de un sobre. Me senté, preguntándome si Phil tenía un oscuro pasado, y si yo iba a ir a la cárcel. - Gracias, sí. Bien, creo que eso es todo. Sí, sí. Muchas gracias por su ayuda - La señora Gerandy derrochó una sonrisa en el receptor de teléfono antes del colgar. No parecía enfadada o sombría. Más excitada y confusa. Lo que me recordó a la señora Stanley en el vestíbulo. Jugueteé por un segundo con saltar a través de la puerta y asustarla. Pero la señora Gerandy habló. - Bien, creo que tengo unas muy buenas noticias para ti… aunque no puedo imaginar cómo no habías sido informada de esto - Me miró críticamente, como si esperase que me golpease la frente y dijese, ¡o ESOS veinte mil! ¡Se me olvidó completamente! - ¿Buenas noticias? - puntualicé. Las palabras implicaban que este misterio era bastante complicado de desentrañar para ella, y daba la impresión de que yo era más rica de lo que habíamos pensado unos minutos antes. - Bueno, si realmente no lo sabes… entonces ¡felicidades! Te ha sido concedida una beca de…” miró hacia abajo a sus notas garabateadas - el Pacific Northwest Trust. - ¿Una beca? - Repetí con incredulidad. - Sí, ¿No es excitante? Dios mío, ¡serás capaz de ir a cualquier universidad que quieras! Fue en ese preciso momento, mientras ella sonreía de oreja a oreja de felicidad por mi buena fortuna, cuando supe exactamente de dónde venía el dinero. A pesar de la repentina prisa del enfado, sospecha, ultraje y dolor, intenté hablar calmadamente. - Una beca que deposita veinte mil dólares en efectivo en mi cuenta - destaqué - En lugar de pagarlo a la escuela. Sin ninguna forma de cerciorarse de que utilizo todo el dinero para la escuela. Mi reacción la ruborizó. Parecía estar ofendida por mis palabras. - Sería muy imprudente no usar ese dinero para el propósito destinado, Bella, querida. Esto es una oportunidad única en la vida. - Por supuesto - dije ácidamente - ¿Y mencionó esta Pacific Northwest Trust por qué me eligieron a mí? Miró sus notas otra vez, y frunció un poco el ceño debido a mi tono. - Es muy prestigiosa – ellos no conceden una beca como esta todos los años. - Apostaré. Me echó un vistazo y retiró la mirada rápidamente. El banco de Seattle que maneja los fondos me expidió al hombre que a administra las asignaciones de beca. Él dijo que esta beca es concedida basada en méritos, género y emplazamiento. Está destinada a mujeres estudiantes de pueblos pequeños que no tienen las oportunidades disponibles de las grande ciudades. Parecía que alguien pensaba que él estaba siendo divertido. - ¿Méritos? - Pregunté con desaprobación - Tengo un tres con siete puntos de promedio. Puedo llamar a tres chicas en Forks que tienen mejores grados que yo, y una de ellas es Jessica. Además – nunca solicité esta beca. Ella estaba muy ruborizada ahora, cogiendo el bolígrafo y dejándolo otra vez, inquietante el colgante que llevaba entre su pulgar y su índice. Ojeó a través de sus notas otra vez. - Él mencionó que…- fijó sus ojos en el sobre, insegura de qué hacer con mi actitud - No aceptan solicitudes. Funcionan mediante las solicitudes rechazadas de otras becas y escogen a los estudiantes que sienten que han sido injustamente pasados por alto. Ellos obtuvieron tu nombre de una solicitud que enviaste para la ayuda financiera basada en méritos para la Universidad de Washington. Sentí que los extremos de mi boca descendían. No había sabido que la solicitud había sido rechazada. Era algo que había llenado hace mucho tiempo, antes... Y no había hecho el seguimiento con ningunas otras posibilidades, aunque las fechas topes pasaban por mí. No parecía poder enfocar el futuro. Pero la Universidad de Washington era el único lugar que podría mantenerme cerca de Forks y de Charlie. - ¿Cómo conseguían las solicitudes rechazadas? - Pregunté con monotonía. - No estoy segura, querida - La señora Gerandy estaba infeliz. Quería excitación y había obtenido hostilidad. Deseaba tener la manera de explicarle que la negatividad no tenía nada que ver con ella - Pero el administrador dejó su número por si tenía algunas preguntas – puedes llamarle tú misma. Estoy segura de que puede asegurarte de lo que este dinero significa realmente para ti. No estaba dudando de eso. Querría ese número. Escribió rápidamente en un trozo rasgado de papel. Hice una nota mental de un donativo anónimo de bloc de post-it para el banco. El número era de larga distancia. - ¿Supongo que no dejó una dirección de correo electrónico? - Pregunté escéptica. No quería aumentar las facturas de Charlie. - En realidad lo hizo - sonrió, feliz de tener algo que yo parecía querer. Alcanzó a través de la mesa para escribir otra línea en mi trozo de papel. - Gracias, me pondré en contacto con él tan pronto como llegue a casa - Mi boca era una línea dura. - Dulzura - dijo la señora Gerandy dudando - Deberías estar feliz con esto. Es una gran oportunidad. - No voy a coger veinte mil dólares que no he ganado - repliqué, intentando mantener el rastro de indignación fuera de mi voz. Se mordió el labio, y miró abajo otra vez. Pensaba que yo estaba loca, también. Bueno, estaba dispuesta a hacerla decirlo en alto. - ¿Qué? - exigí. - Bella…- hizo una pausa y esperó con los dientes apretados - Es sustancialmente más que veinte mil dólares. - ¿Perdón? - Me atraganté - ¿Más? - Veinte mil dólares es solamente el pago inicial, en realidad. A partir de ahora recibirás cinco mil dólares todos los meses hasta que termines tu carrera universitaria. Si te matriculas en cursos de postgrado, ¡la beca continuará pagándote por ello! - Se estaba emocionando otra vez, mientras me decía esto. No pude hablar al principio, estaba muy furiosa. Cinco mil dólares al mes que abarcaban un tiempo ilimitado. Quería romper algo. - ¿Cómo? - Me las arreglé para decir. - No entiendes lo que significa para ti. - ¿Cómo obtendré cinco mil dólares al mes? - Se transferirán a tu cuenta aquí - respondió, perpleja. Hubo un corto segundo de silencio. - Cerraré esta cuenta ahora - dije con voz llana. Me llevó quince minutos convencerla de que estaba seria. Ella tenía un interminable suministro de razones por la que eso era una mala idea. Argumenté acaloradamente hasta que finalmente se me ocurrió que ella estaba preocupada por darme los veinte mil. ¿Llevaron ellos esa cantidad en mano? - Mira, señora Gerandy - la tranquilicé - Sólo quiero retirar mis mil quinientos. Realmente apreciaría si transfirieras ese dinero de nuevo a donde procede. Lo resolveré con esto - verifiqué el trozo de papel - El señor Isaac Randall. Realmente esto es un misterio. Esto pareció que la relajó. Sobre veinte minutos después, con un rollo de mil quinientos dólares, un de veinte, uno de diez, uno de cinco, uno de uno, y cincuenta centavos en mi bolsillo, escapé del banco con alivio. La señora Stanley y la señora Gerandy permanecieron lado a lado en el mostrador, mirándome fijamente después con grandes ojos. *** Escena dos: esa misma noche, después de comprar las motocicletas y visitar a Jacob por primera vez… Cerré mi puerta detrás de mí, y saqué de mi bolsillo mi fondo para la universidad. Parecía un bonito rollo pequeño en la palma de mi mano. Lo metí dentro de punta de un calcetín desparejado y lo empujé al fondo del cajón de mi ropa interior. Probablemente no era el lugar más original para esconderlo, pero me preocuparía por proponer algo más creativo más tarde. En mi otro bolsillo estaba el trozo de papel con el teléfono de Isaac Randall y su dirección de correo electrónico. Lo rebusqué y lo coloqué en el teclado de mi ordenador, después pulsé el botón de encendido, dando un golpecito con mi pie mientras la pantalla brillaba lentamente a la vida. Cuando estaba conectada, abrí mi cuenta de correo gratuita. Me demoré, tomándome tiempo en borrar la montaña de spam que se había construido en los pocos días desde que había escrito a Renee. Finalmente había terminado mi ocupado trabajo, y arranqué una caja nueva de la composición. La dirección de correo era para “irandall” así que asumí que iría directamente al hombre que necesitaba. Querido Sr. Randall, escribí. Espero que recuerde la conversación que tuvo esta tarde con la señora Gerandy del Banco Federal de Forks. Mi nombre es Isabella Swan, y aparentemente usted tiene la impresión de que me ha sido concedida una generosa beca de la compañía Pacific Northwest Trust. Lo siento, pero no puedo aceptar esta beca. He preguntado si el dinero que había recibido por transferencia se podía devolver a la cuenta de la que vino y liquidé mi cuenta en el Banco Federal de Forks. Por favor conceda la beca a un candidato diferente. Gracias. I. Swan. Me llevó algunos intentos conseguir que sonase bien – formal, y con un final sin ambigüedades. La leí dos veces antes de enviarla. No estaba segura de qué clase de indicaciones había recibido el señor Randall sobre las becas falsas, pero yo no podía ver ningún resquicio en mi respuesta. *** Escena tres: pocas semanas antes de la “cita” de Bella y Jacob con las motocicletas. Cuando volví, cogí el correo de la misma forma. Pasé rápidamente las facturas y la propaganda, hasta que obtuve la carta de debajo del montón. Era un sobre normal de empresa, dirigido a mí – mi nombre estaba escrito a mano, lo cual era inusual. Miré la dirección del remitente con interés. Interés que rápidamente se tornó en una náusea nerviosa. La carta provenía de la Oficina de Asignaciones de Becas del Pacific Northwest Trust. No había la dirección de la calle bajo el nombre. Probablemente fuese un reconocimiento formal de mi renuncia, me dije a mí misma. No había razón para sentirse nerviosa. Ninguna razón, excepto el pequeño detalle que pensando sobre cualquier parte de esto bastante a fondo quizá me mande hacia abajo en una espiral a la tierra del autómata. Sólo eso. Deje el resto del correo en la mesa para Charlie. Reuní mis libros en la planta de la sala de estar, y corrí escaleras arriba. Una vez que estuve en mi habitación, cerré la puerta y rasgué el sobre para abrirlo. Tuve que acordarme de permanecer enfadada. El enfado era la clave. Querida Señorita Swan, Permítame felicitarla formalmente por haberle sido concedida la prestigiosa Beca J. Nicholls del Pacific Northwest Trust. Esta beca sólo es concedida infrecuentemente, y debería sentirse orgullosa de saber que el Comité de Asignaciones escogió su nombre unánimemente para este honor. Ha habido algunas pequeñas dificultades para concederle su dinero de la beca, pero por favor no se preocupe. Me he tomado la molestia de ver que usted pone los menores inconvenientes posibles. Por favor encuentre el cheque bancario adjunto de veinticinco mil dólares; la concesión inicial más tu primer mes de asignación. Una vez más la felicitó por su logro. Por favor excepto los mejores deseos del todo el Pacific Northwest Trust por su futura carrera universitaria. Sinceramente, Randall El enfado no era problema. Miré en el sobre, y bastante segura, había un cheque dentro. “¿Quién es esta gente?” gruñí entre mis dientes apretados, arrugando la carta, con una mano, en una apretada pelota. Con furia pisé fuerte mi papelera, para encontrar el número de teléfono del señor I. Randall. Sin preocuparme de que fuese de larga distancia – esto iba a ser una conversación realmente corta. - Oh, mierda - silbé. La papelera estaba vacía. Charlie había sacado mi basura. Tiré el sobre con el cheque sobre la cama y alisé la carta otra vez. Estaba en el papel de la compañía, con Departamento de Asignaciones de Becas Pacific Northwest escrito en verde oscuro cruzando la parte superior, pero no había más información, sin dirección, sin número de teléfono. - Joder. Hice plof en el borde de mi cama e intenté pensar con claridad. Obviamente, ellos me ignoraban. No podía haber dejado mis sentimientos más claros, así que esto no era una mala comunicación. Probablemente daría igual si llamase. Así que sólo había una cosa que hacer. Volví a arrugar la carta, destrozando el sobre con el cheque, también, y me moví sigilosamente escaleras abajo. Charlie estaba en la sala de estar, con la televisión encendida fuerte. Fui al fregadero de la cocina, y tiré las bolas de papel en él. Después registré nuestro cajón de varios trastos hasta que encontré una caja de cerillas. Encendí una, y la empujé cuidadosamente en una grieta del papel. Encendí otra, e hice lo mismo. Casi fui a por la tercera, pero el papel estaba ardiendo muy alegremente, así que realmente no la necesitaba. - ¿Bella? -Llamó Charlie por encima del sonido de la televisión. Giré la llave del grifo rápido, teniendo una sensación de satisfacción mientras la fuerza del agua rompía las llamas en una sustancia pegajosa, lisa y cenicienta. - ¿Sí, papá? - Empujé las cerillas de nuevo al cajón, y lo cerré rápidamente. - ¿Hueles humo? -No, papá. -Hmmm. Aclaré el fregadero, asegurándome de que toda la ceniza se había ido por el desagüe, y entonces corrí la eliminación por añadidura. Volví a mi habitación, sintiéndome un poco apaciguada. Podían enviarme todos los cheques que quisiesen. Pensé gravemente. Siempre podía conseguir más cerillas cuando se agotasen. *** Escena cuatro: durante el periodo de tiempo que Jacob la está evitando En el umbral de la puerta había un paquete de FedEx. Lo cogí con curiosidad, esperando un remite desde Florida, pero fue enviado desde Seattle. No había enumerados remitentes fuera de la caja. Estaba dirigido a mí, no a Charlie, así que lo puse sobre la mesa y rasgué la lengüeta que atravesaba el cartón para abrirlo. Tan pronto como vi el logotipo del Pacific Northwest Trust, sentí como si la gripe estomacal estuviese volviendo. Caí en la silla más cercana sin mirar la carta, la furia se estaba construyendo lentamente. No pude ni traerla para leerla, aunque no estaba lejos. Lo saqué, puse mi cara sobre la mesa, y miré atrás en la caja con reticencia, para ver qué había en el fondo. Era un abultado sobre manila. Debía abrirlo, pero estaba tan enojada que lo tiré fuera de todos modos. Mi boca era una línea dura mientras rasgaba a través del papel sin molestarme en abrir la solapa. Tenía bastante con lo que tratar en ese momento. No necesitaba el recuerdo o la irritación. Estaba impresionada, y de todas formas todavía in sorprendida. Que podría ser sólo esto – tres delgado montones de facturas, colocadas ordenadamente con anchas gomas. No tenía que mirar los valores. Sabía exactamente cuánto estarían tratando de forzar en mis manos. Serían treinta mil dólares. Levanté el sobre cuidadosamente como una rosa y giré para dejarlo caer en el fregadero. Las cerillas estaban justo en la parte superior del cajón de varios, justo donde las había dejado antes. Saqué una y la encendí. Ardía cada vez más cerca de mis dedos mientras miraba fijamente el odioso sobre. No podía hacer que mis dedos la dejaran caer. Agité la cerilla fuera antes de que me quemase, mi cara se retorcía en un gesto de disgusto. Cogí la carta de la mesa, arrugándola en una pelota y lanzándola al otro fregadero, encendí otra cerilla y la empujé en el papel, mirando con severa satisfacción mientras ardía. Un calentamiento. Alcancé otra cerilla. De nuevo, ardió cerca de mis dedos antes de que la tirase a las cenizas de la carta. No me podía causar a mí misma acabar de quemar treinta mil dólares. Así que ¿Qué iba a hacer con esto? No había dirección para devolverlo – estaba bastante segura de que la compañía no existía realmente. Y después se me ocurrió que tenía una dirección. Metí el dinero de nuevo en la caja de FedEx, rompiendo la etiqueta para que si alguien más lo encontraba, sería imposible para ellos relacionarlo conmigo, y me dirigí de vuelta a mi camioneta, refunfuñando incoherentemente todo el camino. Me prometí a mí misma que haría algo especialmente imprudente con mi motocicleta esta semana. Comenzaría a saltar peligrosamente si debía. Odiaba todas las pulgadas de conducción mientras atravesaba los tenebrosos árboles, apretando mis dientes, hasta que me estaba doliendo la mandíbula. Las pesadillas serían fieras esta noche – solo estaba preguntando por esto. Los árboles abrían en los helechos, y conducía enfurecidamente a través de ellos, permitiéndome una doble línea de aplastados tallos rezumando detrás de mí. Paré delante de las escaleras, tirándolo en punto muerto. La casa parecía justo la misma, dolorosamente vacía, muerta. Sabía que estaba proyectando mis propios sentimientos sobre su apariencia, pero eso no cambia la manera en que la veía. Cuidadosa de no mirar a través de las ventanas, caminé a la puerta principal. Deseé desesperadamente por un solo minuto ser un zombi otra vez, pero la insensibilidad estaba caducada hacía tiempo. Coloqué la caja en el umbral de la casa abandonada y giré para irme. Paré en el escalón superior, no podía dejar solo un montón de dinero en efectivo delante de la puerta. Eso era casi tan malo como quemarlo. Con un suspiro, bajé mis ojos, y cogí la ofensiva caja. Quizá pudiese solo donarlo anónimamente para una buena causa. Una caridad para la gente con enfermedades sanguíneas, o algo. Pero estaba sacudiendo mi cabeza mientras volvía al interior de mi camioneta. Era su dinero, y maldita sea, él lo conservaría. Si lo hubiesen robado de su porche delantero, sería culpa suya, no mía. Mi ventana estaba abierta, y antes de irme, sólo tiré la caja tan fuerte como pude hacia la puerta. Nunca tuve la mejor puntería. La caja golpeó fuerte contra la ventana delantera, haciendo un agujero tan grande que parecía que había lanzado una lavadora. - ¡Oh, mierda! - grité fuerte, cubriendo mi cara con las manos. Debería haber sabido que no importaba qué hiciese, sólo haría las cosas peor. Afortunadamente el enfado se reafirmó a sí mismo después. Esto era culpa suya, me recordaba a mí misma. Sólo estaba regresando a su propietario. Era su problema que hubiera estado haciendo tal tarea. Además, el sonido demoledor del cristal era la clase de frío – que me hacía sentir una pequeña parte mejor de una forma perversa. Realmente no me convencí a mí misma, pero saqué la camioneta en punto muerto y conduje fuera a pesar de todo. Esto era como cerrar como podía venir enviando el dinero de vuelta a donde pertenecía. Y ahora tenía un conveniente paso para dejar caer la caja con el dinero del plazo del próximo mes. Era lo mejor que podía hacer. Lo repasé unas cien veces después de dejar la casa. Fui a por el listín telefónico buscando cristaleros, pero no había extraños para pedir ayuda. ¿Cómo explicaría la dirección? ¿Tendría Charlie que arrestarme por vandalismo? *** Escena cinco: la primera noche que Alice vuelve después de ver a Bella “cometer suicidio”… - ¿No quiso Jasper venir contigo? - No aprobaba mi interferencia. Olfateé. - No eres la única. Se agarrotó y luego se relajó. - ¿Tiene esto algo que ver con el agujero en la ventana delantera de mi casa y la caja repleta de billetes de cien dólares en el suelo de la sala de estar? - Sí - dije enfadada - Siento lo de la ventana. Fue un accidente. - Eso normalmente está contigo. ¿Qué hizo él? - Algo llamado Pacific Northwest Trust me concedió una muy extraña y persistente beca. No era un disfraz verdadero. Quiero decir, no puedo imaginar que él quisiera que supiese que era él, pero espero que no piense que soy estúpida. - Por qué, ese gran tramposo - murmuró Alice. - Exactamente. - Y él me dijo que no mirase - Sacudió su cabeza con irritación. *** Escena seis: con Edward la noche después de Italia, en la habitación de Bella… - ¿Hay una razón por la que el peligro no te puede resistir más que yo? - El peligro no lo intenta - murmuré. - Por supuesto, suena como si estuvieses buscando el peligro fuera. ¿Qué estabas pensando, Bella? Identifiqué en la cabeza de Charlie el número de veces que has estado en la sala de urgencias recientemente. ¿Mencioné lo furioso que estoy contigo? Su tranquila voz sonaba más dolorida que furiosa. - ¿Por qué? Eso no es asunto tuyo - dije, avergonzada. - En realidad, recuerdo específicamente que prometiste no hacer nada imprudente. Mi refutación fue rápida. - ¿Y no prometiste tú algo sobre no interferir? - Al tiempo que tú estabas cruzando la línea - calificó con cuidado - Mantenía mi parte del trato. - Oh ¿Así que es eso? Tres palabras, Edward: Pacific Northwest Trust. Levantó su cabeza para mirarme; su expresión era toda confusión e inocencia – demasiada inocencia. Era un regalo de muerte. - ¿Se supone que eso tiene que significar algo para mí? - Eso es un insulto - me quejé - ¿Cuán estúpida piensas que soy? - No tengo ni idea de qué estás hablando - dijo, con los ojos abiertos. - Cualquiera - refunfuñé. *** Escena siete: las conclusiones de este hilo: la misma madrugada, cuando llegaron a la casa de los Cullen para la votación… De repente, la luz del porche se encendió, y pude ver a Esme esperando en el umbral. Su ondulado pelo caramelo estaba echado hacia atrás y tenía alguna clase de paleta en la mano. - ¿Está todo el mundo en casa? - pregunté esperanzadamente mientras subíamos las escaleras. - Sí, están - Mientras hablaba, las ventanas fueron abruptamente llenas con luz. Examiné la más cercana para ver quién nos había advertido, pero la cacerola plana de fango grueso y gris en el taburete en frente de ella captó mi vista. Miré la lisa perfección del vidrio, y comprendí qué estaba haciendo Esme en el porche delantero con la paleta. - ¡Oh, dispara Esme! ¡Siento realmente lo de la ventana! Iba a... - No te preocupes por eso - interrumpió con una sonrisa - Alice me contó la historia, y tengo que decir, que no te habría culpado por hacerlo a propósito - Deslumbró a su hijo, el cual me estaba deslumbrando a mí. Levanté una ceja. Él apartó la mirada y murmuró algo impreciso acerca de caballos regalados.

Llamada de Rosalie a Edward (según el punto de vista de él)

El móvil de mi bolsillo sonó de nuevo. Era ya la vigésimo quinta vez que sonaba en veinticuatro horas. Barajé la opción de levantar la tapa para ver al menos quién trataba de contactar conmigo. Tal vez se trataba de algo importante. A lo mejor Carlisle me necesitaba. Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví. No estaba realmente seguro de dónde estaba. En algún ático oscuro y claustrofóbico, lleno de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban, y las ratas se mantenían a cierta distancia de mí. El aire era denso, con un fuerte aroma a aceite de cocina, carne rancia, sudor humano, y la prácticamente sólida capa de polución que era de hecho visible en el aire húmedo, como una fina película negra que se había depositado encima de todo. Debajo de mí, cuatro historias de una vivienda modesta convivían conmigo, formando parte de mí. No me molestaba en separar sus voces de mis pensamientos – producían un fuerte clamor en español que no escuchaba. Tan sólo dejaba que los sonidos me entraran por un oído y me salieran por el otro. Insignificante. Todo ello era insignificante. Mi propia existencia era insignificante. El mundo entero era insignificante. Con mi frente presionada contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo sería capaz de seguir así. A lo mejor era inútil. A lo mejor, si mi intento estaba condenado al fracaso de todas maneras, debería dejar de torturarme y volver… La idea era tan tentadora, tan saludable – como si las palabras por sí solas contuvieran un fuerte sedante que borrara la montaña de dolor debajo de la que estaba enterrado – que me hacía jadear, me mareaba. Podría dejarlo ahora, podría volver. La cara de Bella, siempre tras de mis párpados, me sonreía. Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no ejercía la influencia que mi subconsciente probablemente intentaba darle. Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en comparación con su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de cualquier tipo de miedo o peligro. Libre de un futuro eterno y desangelado. Ella se merecía algo mejor que eso. Ella se merecía algo mejor que yo. Cuando dejara este mundo, iría a ese lugar que tan prohibido estaba para mí, sin importar mi conducta en este mundo. La idea de ese final definitivo era mucho más intensa que el dolor que ya sentía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que irse al lugar al que pertenecía y al que yo nunca podría ir, yo no podría quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber alivio. Esa era mi esperanza, pero no había garantías. “Dormir o, incluso, soñar. Ay, siempre igual” me dije. Incluso aunque no fuera más que cenizas, ¿de alguna manera seguiría sintiendo la tortura de su pérdida? Un escalofrío me recorrió la espalda de nuevo. ¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no volvería a atormentar su vida de nuevo, trayendo mis oscuros demonios a ella. No iba a volver a su mundo. ¿Podría reportarle algún bien? ¿Cualquier mínimo bien? La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblecito que siempre sería mi verdadero hogar en este planeta volvió a colarse en mis pensamientos de nuevo. Sólo para asegurarse. Sólo para ver que ella estaba bien, segura y feliz. No para intervenir. Ella nunca se enteraría… No. Mierda, no. El móvil vibró de nuevo. - Mierda, mierda, mierda - gruñí. Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil, observé los números, dándome el primer susto que había sentido en seis meses. ¿Por qué estaría Rosalie llamándome? Ella sería probablemente la que más se estaba divirtiendo con mi ausencia. Debía de tratarse de algo realmente importante si ella necesitaba hablar conmigo. De repente empecé a preocuparme por mi familia y apreté el botón de llamada. - ¿Qué? - le pregunté muy tenso. - Oh, wow. Edward me ha respondido al teléfono. Me siento tan honrada… Tan pronto como oí su tono de voz, supe que mi familia estaba bien. Debía de estar muy aburrida. Resultaba difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos como guía. Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos estaban normalmente basados en los más retorcidos sentidos de la lógica. Colgué y cerré el móvil bruscamente. - Déjame en paz - susurré para mí mismo. Como era de esperar, el móvil volvió a sonar de nuevo. ¿Seguiría llamándome hasta que le pasara a otro el mensaje con el que tenía planeado molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta que se sintiera cansada de este juego. Barajé la posibilidad de dejar que se pasara el resto del año apretando una y otra vez el botón de rellamada… y entonces suspiré y respondí al teléfono otra vez. - Ve directa al grano. Rosalie me lanzó de sopetón las palabras: - Supuse que te gustaría saber que Alice está ahora mismo en Forks. Abrí los ojos y me quedé mirando fijamente a las vigas de madera podrida a tres pulgadas de mi cara. - ¿Qué? - Mi voz era llana, sin emociones. - Sabes como es Alice. Como si ella lo supiera todo. Como tú - Rosalie se rió sin gracia. Su voz tenía un deje de nerviosismo, como si de repente no estuviera del todo segura sobre lo que iba a hacer. Pero mi rabia hizo difícil que me preocupara qué problema tenía Rosalie. Alice me había jurado que seguiría mi iniciativa por respeto a Bella, sin importar si estaba de acuerdo o no con mi decisión. Ella había prometido que dejaría a Bella sola… tanto tiempo como yo lo hiciese. Claramente, había pensado que tarde o temprano me doblegaría al dolor. A lo mejor tenía razón respecto a eso. Pero no lo había hecho. No aún. Así que, ¿qué estaba haciendo en Forks? Quería estrujar su cuello tan delgado. Seguramente Jasper no me dejaría acercarme tanto a ella, aunque una vez que captara un atisbo de la furia que manaba de mí… - ¿Sigues ahí, Edward? No respondí. Apreté el puente de mi nariz, preguntándome si era posible que un vampiro tuviera migrañas. Por otro lado, si Alice ya había vuelto… No. No. No. No. Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida. Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida. Me repetí estas palabras como un mantra, tratando de apartar mi mente de la seductora imagen de la ventana oscura de la habitación de Bella; la puerta a mi santuario. No había duda de que tendría que arrastrarme, si volvía. Eso no me importaba. Podría felizmente pasarme una década entera de rodillas si estuviera con ella. No, no, no. - ¿Edward? ¿No te importa siquiera por qué Alice ha ido allí? -No precisamente. La voz de Rosalie se volvió ligeramente pagada de sí misma, encantada, sin duda, de haberme sonsacado una respuesta. - Bueno, desde luego, no está rompiendo exactamente las reglas. Quiero decir, bueno, en realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa. Parpadeé muy despacio. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos rondaban alrededor de esa idea tan inesperada. Aún no se había graduado, así que debía de haber vuelto con su madre. Eso era bueno. Podría vivir a la luz del sol. Era bueno que hubiera sido capaz de dejar las sombras tras de sí. Traté de tragar, pero no pude. Rosalie soltó una risita nerviosa. - Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice. - Entonces, ¿por qué me has llamado Rosalie, si era para meter a Alice en líos? ¿Por qué me molestas? Ugh! - ¡Espera! - dijo, sintiendo, correctamente, que podía volver a colgarle de nuevo. “¡Esa no es la razón por la que te he llamado! - ¿Entonces por qué? Dímelo rápido y déjame en paz. - Bueno…- dudó. - Suéltalo de una vez, Rosalie. Tienes diez segundos. - Pensé que deberías volver a casa - dijo rápidamente - Estoy cansada de aguantar a Esme afligida todo el tiempo a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte avergonzado de de lo que les has hecho. Emmett te echa de menos todo el rato y me pone nerviosísima. Tienes una familia. Crece de una vez y piensa en algo más que en ti mismo. - Interesante consejo, Rosalie. Deja que te cuente una pequeña historia de una olla y una tetera… - Yo pienso en ellos, no como tú. Si no reimporta cuánto daño les has hecho a los demás, ¿al menos de importa lo que ha sufrido Esme? Ella te quiere más que le resto de nosotros, y lo sabes. Vuelve a casa. No respondí. - Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado, te repondrías. - Forks nunca fue el problema, Rosalie - dije tratando de ser paciente. Lo que había dicho de Esme y Carlisle me había calado hondo - Sólo porque Bella – era duro decir su nombre en voz alta – se haya mudado a Florida, no significa que yo sea capaz de… Mira, Rosalie. Lo siento de verdad, pero, créeme, nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí. - Mmm… Ahí estaba, esa nerviosa vacilación de nuevo. - ¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Se encuentra Esme bien? ¿Es Carlisle…? - Ellos están bien. Es sólo que… bueno, yo nunca dije que Bella se hubiese mudado. No hablé. Desaté una conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie había dicho que Bella se había mudado. Había dicho: “En realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa”. Y luego: “Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado…” Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces? ¿Bella no se había mudado? Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, soltando las palabras enojada esta vez. - No quieren que te lo diga, pero me parece estúpido. Cuanto antes te repongas de esto, antes las cosas volverán a la normalidad. ¿Por qué dejar que te deprimas por oscuras esquinas de todo el mundo sin necesidad para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos volver a ser una familia de nuevo. Se acabó. Mi mente parecía rota. No encontraba sentido a sus palabras. Parecía como si hubiera algo muy, muy obvio en lo que me decía, pero no tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro barajaba la información, buscando extraños enlaces entre ella. No tenía sentido. - ¿Edward? - No entiendo lo que dices, Rosalie. Hubo una larga pausa, equivalente a varios latidos del corazón de un humano. - Está muerta, Edward Hubo una pausa aún más larga. - Yo… lo siento. Tienes derecho a saberlo, vamos, eso es lo que creo. Bella… se tiró de un acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado tarde para hacer nada. Creo que habría ayudado, quiero decir, que habría roto su palabra, si hubiera tenido tiempo. Ella volvió para hacer todo lo posible por Charlie. Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre por él. La línea quedó muerta. Me llevó unos segundos darme cuenta de que había sido yo el que había apagado el móvil. Me senté en el suelo polvoriento un rato, el espacio se había congelado. Era como si el tiempo se hubiera terminado; como si el universo se hubiese parado. Poco a poco, me fui moviendo como un hombre viejo. Volví a encender el móvil y marqué el único número al que me había prometido no volver a llamar nunca. Si lo cogía ella, colgaría. Si lo cogía Charlie, le sonsacaría la información que necesitaba engañándolo. Probaría que el chiste sin gracia de Rosalie estaba equivocado, y entonces volvería a mi nada. - Residencia Swan - respondió una voz que no había oído nunca. Una voz ronca y profunda de hombre, pero con un deje aún juvenil. No me paré a pensar en las implicaciones de aquello. - Soy el Dr. Carlisle Cullen”, dije, imitando perfectamente la voz de mi padre. “¿Puedo hablar con Charlie? - No está aquí - respondió la voz, sorprendiéndome un poco el enfado de su voz. Las palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba. - Bueno, ¿dónde está entonces? - pregunté, poniéndome cada vez más impaciente. Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta información. - Está en el funeral - respondió finalmente el chico. Colgué el móvil otra vez.

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